Las maravillas que crea el agua sobre la piedra se pueden admirar cerca de Zaragoza, no en la EXPO del Meandro de Ranillas, sino a orillas del río Piedra.
A orillas del río Piedra me senté y lloré, es una novela escrita por Paulo Coelho y trata de que el amor y la vida siempre dan una segunda oportunidad de cumplir los sueños, para quienes escuchan las campanas y el fluir del paso del agua por nuestra vida más secreta.
El río Piedra, como otros muchos ríos aragoneses, forma un vergel en sus riberas y el desierto alrededor, como cuenta el libro:
Durante siglos, los monjes del monasterio de Piedra habían guardado para sí aquel pedazo de paraíso. Situado en lo hondo de una depresión geográfica, tenía gratis lo que los pueblos vecinos debían mendigar: agua. Allí el río Piedra se dividía en decenas de cascadas, riachuelos, lagos, haciendo que a su alrededor se desarrollase una vegetación exuberante.
Sin embargo bastaba caminar unos cientos de metros y salir del cañón: alrededor todo era aridez y desolación. El propio río, cuando terminaba de atravesar la depresión geográfica, se transformaba de nuevo en un pequeño hilo de agua, como si en aquel lugar hubiese gastado toda su juventud y energía.
Los monjes sabían eso, y el agua que suministraban a los vecinos costaba cara. Una infinidad de luchas entre los sacerdotes y los pueblos marcó la historia del monasterio.
Escondido entre las abruptas sierras del Sistema Ibérico, situado en el término municipal de Nuévalos, en la provincia de Zaragoza, el parque natural del Monasterio de Piedra nos ofrece, en un recorrido por un vergel insólito en torno al agua y su movimiento en cascadas y grutas, una de las experiencias más gratificantes que se pueden encontrar en el mundo.
Escucha a Enya en la canción del video: Watermark (Marca de Agua)
sábado, 19 de julio de 2008
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